(2012-09-16).- La ermita de La Aparecida acogió la festividad de la Virgen el pasado sábado 15 de septiembre en una jornada especial pues se unión con un acto de despida al sacerdote don Felipe Sanz. El buen tiempo ayudó a la celebración y la alta participación de vecinos y visitantes.

Eran las nueve de la mañana cuando las primeras personas empezaban a aparecer por la explanada de la Ermita. Unos daban un paseo para disfrutar de brisa de las primeras horas; otros comenzaban a instalar sus mesas y sillas para coger buenas sombras bajo los árboles para disfrutar de la comida que reunió a casi 800 comensales. Gracias a la labor del Ayuntamiento, el paraje cuenta ahora con un espacio fresco y agradable.

Tradición, devoción y celebración son los principales significados que caracterizan esta fiesta según reflejan los valverdanos. Antiguamente la romería constaba únicamente de una ceremonia religiosa, pero desde hace cuatro años los vecinos de la localidad, además, se reúnen en la Ermita para comer, bailar, pero sobre todo, convivir con los suyos.

Este año la romería contaba con un motivo que la hizo diferente y más especial, ya que despidieron al sacerdote que se ha encargado durante más de cincuenta años de la parroquia de la localidad, Felipe Sanz.

Con la Ermita abarrotada, el alcalde de Valverde, Rafael Casado, fue el encargado de comenzar la ceremonia homenajeando al sacerdote con unas palabras. “El papel que quiero destacar de don Felipe es, que ha sido el encargado durante muchos años de facilitar la convivencia de nuestro municipio formando una comunidad que vive en paz y armonía”, señaló Casado. “Además quiero agradecerle la profesionalidad y el respeto que siempre ha existido entre las dos instituciones”, añadió.

En emociones y aplausos concluyeron las palabras del alcalde. “Son infinitos los recuerdos y oraciones que me llevo de esta fiesta. Doy las gracias a los vecinos del municipio, a los de Juarros y a los de Marazoleja, y a mi familia, por acompañarme en un día tan especial”, señaló el sacerdote.

Tras una emotiva ceremonia llena de agradecimientos y de buenas palabras, cinco grandes paelleras hervían el arroz y se preparaban para dar de comer a cientos de personas que no quisieron perderse la fiesta. Por la tarde tuvo lugar la tradicional procesión que puso punto y final a la festividad con la subasta de los palos de las andas para que el recorrido dará comienzo, y con un numeroso grupo de vecinos que, muy animados, bailaron jotas alrededor del la virgen de La Aparecida.