El legado de Agapito Marazuela en un video-libro editado por la Diputación

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28 Oct 2013

(2013-10-29).- Agapito Marazuela ha sido y continúa siendo un personaje clave en la revitalización de la cultura popular castellana». El etnógrafo zamorano Joaquín Díaz abre con estas sinceras palabras el disco-libro «Agapito Marazuela, de verdad. 1891-1983», una obra que acaba de ver la luz de la mano del Instituto de la Cultura Tradicional Segoviana Manuel González Herrero, dependiente de la Diputación de Segovia. En sus más de cien páginas el volumen reúne el testimonio de seis expertos que indagan en la vida y obra del folclorista nacido en Valverde de Majano, cuya trayectoria sigue siendo un puzzle incompleto debido a las difíciles circunstancias de la época que le tocó vivir -fue encarcelado seis años tras terminar la guerra civil-.

El impulsor del disco libro es el periodista segoviano Carlos Blanco. Conoció a Agapito Marazuela cuando tenía veinte años mientras que el folclorista ya rondaba los ochenta, pero esta gran diferencia generacional no le impidió trabar con el maestro un «afecto cómplice», recordaba el propio Carlos Blanco durante la presentación de la obra en Segovia. A través de algo más de 30 páginas, las diversas entrevistas que mantuvo con el artista invitan al lector a recorrer distintos episodios de su vida, algunos curiosos, como el contrato a perpetuidad que mantuvo con la empresa discográfica Columbia. «Eso lo firmé yo sin saberlo... eh. (...) Y ponen unas condiciones que no solamente se hacen dueños de lo que se graba, que eso ya lo sabía yo (...) Es que se hacen dueños también de lo que haya en cinta magnetofónica, de todo lo que haya». (p. 15)

El periodista segoviano se hace eco también de las preocupaciones que quitaban el sueño al maestro: el temor a la desaparición del folclore castellano y la escasez dulzainas, su más querido instrumento. «No fue algo obsesivo de Marazuela. Fue un problema real. Entonces nadie tocaba la dulzaina ni había dulzaineros y lo que era peor, casi no había porque habían sido sustituidas en el escenario cultural del altiplano castellano y leonés por lo que él llamaba música mecánica, a la que antes ya había hecho referencia el maestro Felipe Pedrell», detalla el discípulo de Marazuela, Joaquín González-Herrero, quien comparte sus hermosos recuerdos en otro emotivo capítulo del volumen: «Otra primavera del maestro». «Nuestros padres nos habían llevado a mi hermana Julia y a mí a ver al maestro, con el propósito de probar nuestras cualidades para la música (...) Tenía 8 años y ya no me separaría nunca de él». (p. 78).

El que fuera su alumno traza un recorrido por la trayectoria artística del folclorista que se llegó a convertir en «el símbolo del despertar del alma castellana». De él conserva hoy un importante legado que algún día formara parte de un museo: dos preciados instrumentos, una dulzaina y una guitarra, y un cuadro que pintó al maestro su querido amigo José Ortega mientras compartieron penurias y tristezas en la prisión de Ocaña. Pero si algo tiene marcado «a fuego» González-Herrero es la completa entrega de Marazuela como maestro. «Las clases de guitarra las seguíamos a través de diversos textos que había. Las de folclore eran más abiertas. Mucho me lo enseñaba por oído».

El disco-libro, editado cuando se cumplen 30 años de su fallecimiento,rezuma cariño y admiración en sus seis capítulos.

La musicóloga IInés Mogollón firma el ensayo «Agapito Marazuela, el buen músico», en el que rescata de las hemerotecas fragmentos de bellos artículos sobre el maestro, como el escrito por Clara Janés en ABC. «Me interesaba incidir en una parte de Marazuela que sigue un poco en la sombra, que es la de músico culto, profesional y conocedor de la materia que trabajaba». A juicio de Inés Mogollón, la faceta como músico académico del dulzainero segoviano sigue eclipsada por su figura gigantesca como folclorista». González-Herrero recuerda que el artista segoviano, autodidacta en su primera etapa de formación musical, frecuentó el Ateneo de Madrid, donde entró en contacto con intelectuales de la época como Menéndez Pidal. «También cultivó amistades en el ámbito político, personalidades del partido comunista y gente protresista del momento», apunta. «Agapito fue un gran artista de España», añade, recordando que el dulzainero fue elegido en 1937 para representar a la República en la Exposición Internacional de París.

Carlos Porro y Jesús Fuentetaja Sanz completan los textos del volumen, de la que se han editado mil ejemplares. A los seis testimonios se suma un CD que incluye dos discos con los cuatro temas de 78 revoluciones por minuto que Marazuela registró en 1930, además de 15 grabaciones inéditas recogidas por Joaquín Díaz y Carlos Blanco a mediados de los 70. El compacto incluye también fragmentos de una actuación en público, anécdotas y comentarios contados de viva voz por el propio Marazuela. Todo con el fin de convertirse en un punto de partida para futuros estudios sobre el maestro y su obra.

(Henar Díaz, Valladolid)

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