(2014-02-07). Con motivo de la noticia del cambio de dueños de Beam Global, el periódico El Correo ha dedicado un reportaje al whisky Dyc y a su creador, Nicomedes García. Puede leerse a continuación y en el enlace (http://www.elcorreo.com/vizcaya/ocio/201402/02/domingo-saca-quisqui-cheli.html)
Saca el whiski, Cheli
Sí, Cheli, sácalo. Pero mira qué botella coges, que para bailar como en una "discoteque" nos vale con un whisky normalito. ¿Qué tal uno japonés? ¿Un DYC, por ejemplo? Como lo leen; japonés. La marca menospreciada por sus humildes orígenes segovianos, por dejar que por doce eurillos la cebada castellana nos apañe el guateque, es desde esta semana un poco más "exótica" aún. Su propietaria, Beam, acaba de ser adquirida por Suntory, el fabricante aquel que anunciaba Bill Murray en "Lost in translation", que con la compra pasa a ser el tercer grupo mundial de bebidas alcohólicas. Así DYC viaja al país del sol naciente y estampa un sello más en un pasaporte que ya ha sido británico y estadounidense, cerquita de las mejores tradiciones del espiritoso, pero lejos de Palazuelos de Eresma, donde se elabora desde 1959 por pura cabezonería.
Como el negocio fue un éxito, a la terquedad la llamaremos tenacidad y diremos que su fundador, Nicomedes García, era un hombre decidido que tardó casi tres décadas en poner en marcha la idea. En 1929, en Valverde del Majano, otro pueblo de Segovia, el joven empresario trataba de sacar adelante Anís La Castellana, la destilería familiar en quiebra tras un incendio, ayudándose de otros ingresos como la distribución de Mahou en la provincia. Era un hombre austero, poco dado a los dispendios, por lo que trató de aprovechar una partida de cerveza demasiado turbia devuelta por un cliente. Cien barriles eran muchos para ir directamente por el desagüe, así que decidió destilarlos en los alambiques del anís y dejarlos envejecer en las barricas de roble. Sin mayores pretensiones, sólo por ver qué pasaba.
Y pasó el tiempo. España puso fin a una dictadura, se inventó una "dictablanda" y proclamó una república, pero nada alteró el reposo de la cerveza hasta que, transcurridos tres años, Nicomedes hizo una cata "a ciegas". «Salió un licor bastante bueno, que se parecía al whisky, aunque no tenía tanto sabor a chinches», reconocía años después el orgulloso aprendiz de druida, que fue degustando su pócima hasta acabar la reserva. «Total -resumía-, que me tiré toda la guerra bebiéndolo y, como cada día estaba mejor, volvió a mí el interés por fabricarlo».
En realidad, se tiró toda la guerra bebiendo y, sobre todo, haciendo negocios, algo para lo que tenía más paladar que para los licores. No sólo fue proveedor de alcohol de los nacionales, sino que aprovechando que Alicante había quedado en la zona republicana incluso empezó a elaborar turrón. Todo ello le dejó muy bien posicionado al acabar la contienda y le permitió poner en marcha proyectos de todo tipo: importó vehículos, creó Auto Res, compró una bodega y puso en marcha la agencia de publicidad Azor -la que diseñó el famoso toro de Osborne-, además de fundar el Banco General del Comercio y de la Industria, que después vendió a Rumasa. Hasta una naviera tuvo este empresario de secano. Gente sin complejos. Pero todos aquellos negocios los cerraba ofreciendo whisky "estraperlado", echando de menos su formulilla.
Así fue macerando la idea de ponerse de nuevo al pie del alambique para fabricar whisky, pero esta vez de verdad. En 1955 viajó a Escocia y se convenció de que en las Highlands no había nada que no tuvieran en la Sierra de Guadarrama: cebada dorada, agüita fresca y un frío endemoniado... Sólo les faltaba la tradición, pero esa no se embotellaba. A su regreso convenció a unos amigos, los hermanos Puigmal, de las bondades de la idea y adquirió el molino del Marqués del Arco en Palazuelos de Eresma, que aún alberga la sede de Destilerías y Crianza del Whisky, DYC. Ahora tocaba convencer a las autoridades.
Tras la guerra había quedado limitada la elaboración de licor a partir de cereales, muy controlados por un Estado empeñado en la autarquía.
Pero Nicomedes, convertido ya en presidente de la Cámara de Comercio de Segovia y del Grupo Nacional de Fabricantes de Aguardientes Compuestos, sabía a quién pedir audiencia. De hecho, acabó "colaborando" en la redacción del reglamento que establecía cómo debía elaborarse el whisky español e impedía la importación a granel de la bebida para ser embotellada aquí. Con todo legalizado 1959, se destilaron los primeros 900.000 litros de malta, que comenzaron a ser embotellados a finales de 1962 para ser vendidos ya al año siguiente.
La tercera cabezonada fue inventarse un mercado. Los españoles eran más de anís y el brandy. Sólo conocían el whisky por las películas americanas, así que la mejor forma de popularizarlo era contar con una eficiente distribución y una muy buena publicidad que les hiciera sentirse un poco Bogart por un precio tres veces por debajo del de las marcas importadas. Incluso tentó a las mujeres, que en sus anuncios aparecían siendo servidas y bebiendo, muy lejos de aquel «es cosa de hombres» de otros licores.
Pero esa política también le alejaba del público refinado, el que pudiendo gastarse 400 pesetas en un capricho nunca optaría por pagar 120 por un escocés a la segoviana, así que sus campañas nunca dejaban de subrayar que la diferencia de precio no había que buscarla en la calidad, sino en los impuestos. Esa pelea por prestigiarse es aún el trago más amargo de la marca y la llevó años después de la muerte de su fundador, y ya en manos de los Domeqc, a crear nuevas variedades más selectas y lanzar la promoción «para gente sin complejos». Todo un guiño a Nicomedes, tenaz emprendedor emperrado en fabricar whisky barato a orillas del Eresma.
Fuente:
http://www.elcorreo.com/vizcaya/ocio/201402/02/domingo-saca-quisqui-cheli.html
Otros enlaces:
http://es.finance.yahoo.com/blogs/historiasparanoquebrar/whisky-dyc-los-10-738-kil%C3%B3metros-que-van-162627069.html