El músico cantimpalense recuerda la figura del folclorista de Valverde del Majano, en una entrevista en la prensa de Segovia (2006-10-17).- Rafael Postigo Fernández, alumno que fue de Agapito Marazuela define a su maestro como «un excelente folclorista y concertista de guitarra clásica, dotado de excelentes dotes musicales y técnica muy depurada y perfeccionada, en ambos instrumentos, que dedicó gran parte de su vida a recopilar nuestro folclore para plasmarlo en su 'Cancionero Segoviano'». Nacido en Cantimpalos y músico como Agapito, Postigo recuerda al genio de Valverde del Majano.
-¿Cuál es el primer recuerdo de Agapito Marazuela que acude a su mente? -En conversaciones mantenidas con mi madre, que al igual que Agapito Marazuela nació en Valverde del Majano, me contaba que el padre de Agapito se dedicaba al oficio de guarnicionero con otros hermanos, y que se les conocía como 'Los Cirilos'. Siendo Agapito un niño, su padre dejó este oficio para dedicarse al negocio del vino. Por entonces los arrieros recorrían los caminos, haciendo escala o parada en las ventas y posadas que existían a lo largo de la ruta del vino -Cebreros, Arganda, etcétera-. Partían de Segovia para volver al cabo de unos días con los pellejos o cubas apiladas en el fondo de los carromatos. Agapito acompañaba a su padre en estos viajes, y en las ventas y posadas, demostraba ya sus habilidades musicales, tocando la guitarra para deleite de los clientes y regocijo y orgullo de su padre. Después la familia se trasladó a Segovia para abrir una taberna, y finalmente se instaló en el llamado ventorro del Pito. -¿Cómo progresó el maestro en el mundo de la música? -Se sabe que se trasladó a Madrid por avanzar en la guitarra de forma más académica. En Valverde del Majano, y a través de su familia, se seguían con interés sus progresos. Tras varios años de intenso estudio, se empezaba a colar en conciertos de teatros en la capital, en fiestas, reuniones privada Esto ocurrió en los años veinte y treinta del siglo pasado, hasta el inicio de la Guerra Civil española, época en que se cortaría su trayectoria artística. -¿Cómo se conocieron? -Sería el año 1954 cuando le conocí. Vivía en el ventorro del Pito, situado a unos cien metros del santuario de la Fuencisla. Era una vivienda muy reducida, pero a ambos lados de la misma, existían amplios corrales para el estacionamiento de carros y ganado. Esta venta era el lugar donde los hortelanos de la provincia que venían a vender sus productos en carros hacían su última parada antes de llegar al mercado. -¿Cuándo decidió pedirle ser su alumno? -Después de escuchar a otros alumnos interpretar con la guitarra obras que habían aprendido con él. Agapito tendría 65 años y vivía retirado de actuaciones y escenarios, y tampoco se dedicaba a la enseñanza, salvo que se tratara de personas conocidas como era mi caso. Era un estudioso de la guitarra, a la que dedicaba ocho horas diarias, y otras tantas a la dulzaina. -¿Qué fue lo primero que aprendió de él? -Mis primeras lecciones fueron de solfeo y guitarra, practicando los ejercicios, escalas, acordes que él me iba indicando en cada clase. Para la compra de mi primera guitarra se ofreció a acompañarme a la tienda y a elegir la más indicada. Recuerdo que era por la tarde y estaba en su casa, hicimos el recorrido de poco más de un kilómetro que nos separaba de la Plaza Mayor de Segovia, andando. Por su limitada vista con una de sus manos se cogió de mi brazo y llegamos a la tienda de instrumentos musicales El Toledano. De aquel encuentro lo que más me llamó la atención fue su elegante forma de vestir: traje y zapatos negros con camisa blanca, corbata negra y sombrero de fieltro negro. -¿Le enseñó a tocar otros instrumentos? -Sí, la caja o tamboril y la batería, instrumentos con los que acompañaba a su sobrino Cipriano Albornos Jiménez, que también era alumno suyo y tocaba la dulzaina. Juntos amenizamos las fiestas de los pueblos durante cinco años. -¿Llegó a actuar en público con su maestro? -En varias ocasiones. Una fue en la grabación que hicimos para Radio Segovia, de la popular entradilla con dulzaina y tamboril, que ocupó durante años la carta de ajuste o espacio musical, previo a la apertura del programa de radio de cada día. Otra, en el teatro Juan Bravo de Segovia, en un homenaje que se le rindió en reconocimiento a una vida dedicada a la música. -¿Qué otros artistas participaron en ese homenaje? -Eugenio Urrialde, por ejemplo, que que fue alumno aventajado de Marazuela en el estudio de la guitarra. Pero en la promoción del homenaje tuvieron que ver jóvenes artistas segovianos, pintores como Lorenzo Tardón y Muñoz de Pablos, y el escultor José María García Moro, autor de la estatua en bronce del maestro. Publicado en El Norte de Castilla-edición Segovia.