A sus 65 años de edad, supone el final de una saga de panaderos. (2007-01-30).- Ha conocido desde los cupones de racionamiento y los reales, a la prosperidad que ha acompañado al euro. A lo largo de más de 60 años junto al horno, ha sido testigo de diferentes etapas económicas, pero siempre haciendo el mismo pan, aunque sea sinónimo de sustento diario.
Jesús Ayuso Llorente apagará mañana su horno tradicional en Valverde del Majano tras varias décadas sin perder el calor. Con la leña con que ha estado atizándole cada mañana, no ha sido preciso encenderlo. De forma ininterrumpida, todos los días ha convertido las harinas en masas y éstas en pan candeal. «Sólo alguna vez que me han hospitalizado he dejado de cocer», recuerda. Hijo, nieto y biznieto de panaderos, tanto por la rama materna, como paterna, con él se cierra una saga dedicada a alimentar a los demás. Miles de hogazas, chapatas, pistolas o tortas han sido moldeadas, calentadas y horneadas con el punto que sólo Jesús Ayuso ha sabido darlas. Sus antecesores vendían pan en pueblos de la zona y en Segovia capital. «Yo nunca he vendido fuera, vienen aquí a comprar», justifica. Pero su horno no ha sido únicamente un lugar de visita por quienes compraban pan. También se ha convertido en lugar de reunión de los mayores del pueblo que necesitaban compartir conversación y que buscaban calor térmico y calor humano. Y los festivos... toda la casa se convertía en un gran fogón donde amos y amas de casa llevaban su mejor carne para que Jesús la diera el toque preciso y agasajar con la mejor garantía a la familia o a los invitados. Ni siquiera la picaresca de la clientela cambió el temple humano del panadero de Valverde, que ha cobrado lo mismo a quien le dejaba medio pollo en una cazuela, que al que le encargaba un cordero entero. «Se cobra por tartera», decía a la vez que dejaba entrever su personalidad, identificada con el de sus productos. El aroma tradicional que da la masa crujiente también se ha conservado en la forma de venta: Cuando la panadería cierre, Jesús cobrará las últimas tarjas que aún conservan ciertos clientes y en las que abría cada día, con una navaja, las muescas de las ventas. Desde el merecido descanso que se ha ganado tras décadas de trabajo, ya jubilado será quien pueda decir, con propiedad, si las nuevas jornadas parecen tan largas como un día sin pan. Publicado en El Adelantado de Segovia.