Artículo de opinión publicado por José Antonio Gómez Municio, del Departamento de Asesoría Cultural de La Moncloa. (http://blogs.nortecastilla.es/laelipse/2009/7/6/orgullo-maori) Una de las fotos segovianas del año se ha tomado ni más ni menos que en el punto más lejano a nosotros de la Tierra, en nuestras Antípodas: fue la fotografía en la que el Rey Juan Carlos se frotaba la nariz, en el típico saludo maorí, con un descendiente del segoviano Manuel de Frutos. Las agencias de prensa se encargaron de difundir por el mundo el curioso significado de esa foto tomada en Nueva Zelanda en la que, si tienen razón los maoríes y su saludo de unir la nariz permite enlazar los espíritus, se trenzaron en el aire los espíritus de la histórica dinastía Borbónica con los de aquel segoviano de Valverde singular, al que desde ya tendríamos que ir poniendo en los altares de las grandes personalidades que han visto la luz en nuestro suelo. Dicen que a los segovianos nos cuesta salir de casa, pero basta darse un paseo por el mundo para ver que nuestra diáspora es una de las más pertinentes y permanentes, que guarda su punto de nostalgia, pero que siempre es capaz de enraizarse en los lugares que nos acogen. Pero el caso apasionante de Manuel José de Frutos (que parece que hasta en el apellido exhiba una hipersegovianidad memorable recordando al Santo Patrón y recuperando su figura de sembrador por el mundo) lo convierte en uno de los segovianos más singulares. Ya saben su peripecia vital: joven de Valverde (qué tendrá el agua de este sitio, que sus lugareños son sinónimo de emprendimiento y riesgo) que se va en busca de mejor vida; aparece, vaya usted a saber cómo y después de qué apasionantes viajes, en las antípodas, y allí se casa con varias mujeres, se dedica a una vida de trabajo y devoción por su comunidad, y es origen de una saga que alcanza ahora los 16.000 miembros y que ostenta orgulloso su nombre de ‘Paniora’, una evolución del gentilicio ‘españoles’. Y debemos la recuperación de este personaje a los propios maoríes, que veneran la memoria y sus ancestros, y que no pararon hasta recuperar con todos los honores y detalles la historia de este segoviano sembrador, que hasta cuenta con su propia página web, en la que sus descendientes le dedican poesías, investigaciones, fotografías, y hasta incluso especulan con respecto a una posible leyenda, porque algunos de los textos le mencionan como un “inca”. La leyenda Frutos acompaña a estas personas allí por donde van. Conocíamos el caso de Frutos, porque hace un par de años sus antepasados anduvieron por Valverde para rendir a su memoria los honores, pero no hemos entendido realmente su importancia hasta que hemos visto esta foto memorable en que el espíritu de Manuel de Frutos que en esta foto memorable se enlazaba jubiloso con el de Felipe V o Carlos III. Ya ven, en algunos pueblos, conscientes de su importancia, se ensalza la memoria de sus ancestros, se los busca, se los honra y casi se los adora como en la Roma culta en la que los únicos dioses dignos de ser venerados eran los antepasados. En otros, si vas a levantar los huesos de tu bisabuelo asesinado para darle digna sepultura, te acusan poco menos de que quieres dividir al país. En fin. Tengo la esperanza de que llegaremos, siguiendo el espíritu de este Frutos segoviano que tanto hizo por acortar las distancias entre razas y culturas, al grado de civilización de los maoríes